Presentando el libro Ciencia en Dictadura un 24 de marzo

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Por Marcos Ceconello

El Día Nacional de la Memoria para la Verdad y la Justicia, establecido en la fecha del último golpe militar ocurrido en la Argentina, es una ocasión propicia para reflexionar sobre un tema que consideramos casi naturalizado: se trata de nuestro trabajo como investigadores, tecnólogos y gestores científicos. Superada la concepción de una ciencia neutral y objetiva, fruto de un trabajo solitario que avanza con saltos geniales e intuitivos, podemos acordar que se trata de una tarea acumulativa, gradual y, muchas veces, casi rutinaria recolección de datos, análisis y experimentación. Por lo tanto, la decisión sobre qué temas investigar, la obtención de recursos financieros, la integración de equipos de trabajos y la interrelación con el resto de la sociedad, que a su vez influye sobre nosotros, configura un escenario dinámico y complejo. En este sentido, no hay dudas de los efectos que tienen las políticas públicas sobre el sistema científico tecnológico.

Como afirma Diego Hurtado, prologuista del libro compilado por Cecilia Gárgano que les proponemos leer, la pregunta no es qué lugar ocuparon la ciencia y la tecnología en el proyecto político y económico de la última dictadura -la más criminal de todas las sucedidas en la Argentina- sino qué efecto tuvo el terrorismo de estado sobre los procesos institucionales de la ciencia y la tecnología.

A los planificadores, organizadores, impulsores y ejecutores del Proceso de Reorganización Nacional -que fueron avalados por numerosos intelectuales y científicos, todo hay que decirlo- no solo les cabe la responsabilidad por los crímenes cometidos. También se propusieron desmontar, en nombre de la eficiencia y las ventajas comparativas, toda posibilidad de lograr una ciencia y tecnología al servicio de los intereses nacionales. Para muestra basta un botón, por aquellos años un secretario de industria sostuvo -sin ponerse colorado- que era lo mismo «producir acero o caramelos». Claro que como en todo proceso social existieron matices, de este modo la dictadura combinó la tecnocracia liberal con la protección desembozada a algunos sectores de la economía más concentrada -un reconocimiento por su complicidad con el golpe de estado- y a las ramas industriales asociadas con la fuerzas armadas.

La política macroeconómica de endeudamiento externo y desregulación, la eliminación física de opositores al régimen y mecanismos más sutiles pero igual de efectivos, como cesantías, reubicaciones y retiros forzados afectó, en distintos grados, la capacidad de todo el sistema científico tecnológico argentino.

El libro Ciencia en dictadura: trayectorias, agendas de investigación y políticas represivas en Argentina (Buenos Aires: INTA, 2015), compila siete artículos que indagan otros tantos casos. En el primero de ellos Laura Rodríguez analiza Sociológica. Revista Argentina de Ciencias Sociales, editada entre 1978 y 1984, como un ejemplo de lo acontecido en el área de las ciencias sociales. La publicación, en manos de un grupo de profesionales afines al catolicismo ortodoxo y anticomunistas, intentó determinar cuáles eran los temas y los autores oficiales; aunque también existieron otro conjunto de publicaciones y autores que, con las limitaciones de la época, conservó su autonomía temática y profesional.

Las organizaciones científicas como la Secyt y el Conicet también se vieron afectadas. Para Adriana Feld, una consecuencia fue la tensión entre dos modelos, uno vinculado a la relativa autonomía para decidir los grandes temas a investigar y el otro rígidamente planificador. Este último tuvo entre sus resultados más notables la proliferación de un conjunto de institutos de investigación, manejados de manera discrecional en cuanto a temas, recursos financieros e investigadores y que, además, disputaron presupuestos desde una posición ventajosa con respecto a las universidades nacionales.

Los trabajos de Fernández Larcher, Spivak L´Hoste y Castro ponen en evidencia, con distintas herramientas metodológicas, lo sucedido en el sector relacionado con la energía nuclear. A veces vista como una de las zonas protegidas en el contexto de la dictadura, no escapó a las generales de la ley. Abandono de líneas de investigación, personal cesanteado y un crecimiento estructural asociado a la «patria contratista», tanto nacional como de sus socios extranjeros, fueron algunas las medidas aplicadas que todavía generan diferencias entre los técnicos que vivieron esa época.

Matharán y Vallejos exponen el caso de un instituto creado en una universidad pública, que tiene algunos puntos en común con lo relatado para el caso de la energía nuclear. La innovación que supuso la investigación en hidrología, un área de vacancia cuyo desarrollo permitiría contar con información para la toma de decisiones, estuvo orientada desde el principio por un saber estrictamente técnico -como si tal cosa fuera posible- y no contaminado por la política.

De acuerdo con Cecilia Gárgano, en el INTA las acciones fueron más directas. Las investigaciones en genética, destinadas a lograr especies vegetales y animales mejor adaptadas a distintos ambientes, fueron abandonadas. Eventualmente podrían haber competido con la provisión de genética importada por parte de empresas multinacionales monopólicas. En cambio, se privilegiaron las relaciones con las empresas privadas del sector y el rol de proveedor de servicios. El área de extensión rural fue un blanco predilecto: las actividades destinadas a mejorar la calidad de vida de campesinos y pequeños productores y que no tuvieran directamente que ver con el aumento de los rindes culturales, fueron dejadas de lado. Más todavía, a pocos días del golpe de estado, la Estación Experimental de Famaillá, junto con la de INTA Castelar, fue ocupada militarmente durante dos años.

Por supuesto que los casos presentados no agotan el estudio de las relaciones entre política, ciencia y tecnología. Al contrario, es necesario profundizar en algunos de los temas analizados y abarcar un mayor número de organizaciones. Qué interesante sería, por ejemplo, indagar algunos casos de instituciones locales. Entre ellas la propia UNT y sus dependencias, sobre todo en tres cuestiones cruciales: las formas y modos de hacer ciencia y tecnología en una provincia -región que a su vez integra un país periférico; la identificación de rupturas y continuidades con el pasado más inmediato y, no menos importante, el análisis de los resultados obtenidos con una visión que incluya los aspectos sociotécnicos involucrados. En esta última tarea los tecnólogos estamos en deuda, pero no dudamos que las nuevas generaciones de profesionales asumirán el compromiso social y académico de investigarlo.

Descargar libro: Ciencia en dictadura : trayectorias, agendas de investigación y políticas represivas en Argentina /compiladora Cecilia Gárgano. — Buenos Aires : INTA, 2015.

Marcos Ceconello. Ingeniero Zootecnista, M. Sc.en Extensión Agropecuaria y Especialista en Gerencia y Vinculación Tecnológica. Profesor Asociado de la Cátedra de Sociología Agraria de la Facultad de Agronomía y Zootecnia – UNT y Profesional participante de proyectos en la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Famaillá.
Actualmente investiga el proceso de mecanización ocurrido en la producción de caña de azúcar, en el marco del Doctorado en Estudios Sociales de América Latina – UNC.

 

 

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