Por Dra Natalia Czytajlo
Hace unos años se reeditaba un libro de María Ángeles Durán llamado “La ciudad compartida” (1998). La autora lo inicia diciendo: “el modo en que conocemos afecta el modo en que vivimos y el modo en que vivimos, afecta el modo en que conocemos”. La mayor parte de lo que se escribe sobre las ciudades, expresa, se ha hecho prescindiendo del análisis del sujeto que producía el conocimiento, dándose por sentado que era universal. A fines del siglo XX y principios del XXI “les toca a las mujeres la posibilidad de re-pensar o re-crear la cultura desde su propia historia”.
Estas aseveraciones, entendiendo que donde dice “ciudades”, podríamos leer diferentes objetos de estudio de nuestras investigaciones, pueden ser profundizadas y comprendidas a partir de la lectura de este intenso artículo “La imposible neutralidad de la ciencia”.
El escrito consta de siete apartados, a lo largo de los cuales entrelaza la cuestión de la “neutralidad”, el papel de la ciencia y su relevancia social y la perspectiva de género.
En la introducción expresa sus preocupaciones sobre la utilización del discurso de la neutralidad. María Ángeles enfatiza “la neutralidad de la ciencia interesa tanto a quienes quieren despolitizarla como a quienes quieren politizarla, es solo un aspecto de la reflexión sobre las relaciones entre conocimiento y poder”. La autora explicita sus preferencias por la sociología comprometida y la adhesión a la propuesta de la investigación/acción, que recoge en un libro colectivo titulado “Liberación y utopía. La mujer ante la ciencia” (1982), obra que la propia Durán reconoce como propuesta para un movimiento intelectual y social.
En esta primera parte del artículo reivindica el valor de los propios recuerdos en el proceso de construcción intelectual y de la subcultura femenina señalando que existen otras formas de comunicación más allá de las palabras (imágenes, sonidos, percepciones sensoriales).
El apartado segundo se refiere a la ciencia, aquella definida por los científicos, aquella definida en el lenguaje cotidiano. A partir del análisis de sus definiciones, reconoce la ciencia, no como el conocimiento en sí y por sí, sino dirigido a un fin. Afirma que, tanto si perdiera la condición del razonamiento como si perdiera su uso, perdería su condición de ciencia. Aquí interpela también las nociones de “creación” vs. “producción” científica y cuestiona la recepción social de las publicaciones académicas. En el debate sobre la ciencia, sitúa la discusión sobre neutralidad/”neutralización”, situando las siguientes preguntas: ¿cuáles son los aspectos en conflicto ante los que puede o no posicionarse? ¿Quiénes son los que adoptan tal decisión, la transmiten y ejecutan? ¿Cuáles son los derechos y las obligaciones que conlleva mantener a la ciencia en el campo de la neutralidad, y cómo se transmiten tales derechos y obligaciones a través del complejo sistema organizativo en que la ciencia se produce y divulga?
En el apartado tres, trata la discusión sobre la neutralidad de la ciencia en la transición del siglo XIX al XX en el contexto español, planteando una lectura sobre las universidades tradicionales, las universidades populares y su vinculación con la ciencia.
El final del siglo XX e inicio del XXI aparecen en el cuarto título como el contexto en que los avances tecnológicos impulsan el acceso de las mujeres a las Universidades, a las instituciones científicas y a la ciencia, transformándola. Reconoce que si bien a inicios de siglo XX se pedía neutralidad, hoy se pide compromiso. “Nadie pretende que se altere un razonamiento lógico o se manipulen los resultados de un experimento, pero sí se reclama al sistema de organización de la ciencia que integre plenamente a las mujeres en el proceso productivo”.
El quinto apartado recupera el complejo vínculo entre el orden de género y el orden institucional, considerando el género como dimensión constitutiva de las instituciones y, a la vez, realidad jurídicamente constituida. Para reconocer en los apartados siguientes las formas de expresión del poder en la ciencia: entre distintos grupos sociales, la priorización de temas relevantes, la aceptación o rechazo de nuevas metodologías, concluyendo con una referencia sobre los valores en
la vida cotidiana de las revistas científicas.
Un artículo que nos interpela como investigadores e investigadoras en nuestro ámbito y en nuestro tiempo.
PD: La encomienda de escribir estas líneas ha sido más que gratificante!. N.C.
Articulo: María Ángeles Durán Heras, LA IMPOSIBLE NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA