Despedida a Sara Rietti, emblema de la política científica argentina

Sara con Sadosky 2

Por Roberto Tagashira

El 28 de mayo pasado falleció en Buenos Aires la doctora Sara Bartfeld, quien firmaba Rietti y llamábamos Sarita, destacada figura de la política científica nacional. Se vinculó a nuestra provincia cuando en los años ´80, acompañando la gestión de Manuel Sadosky en la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación, promovió la creación del Centro Argentino Brasilero de Biotecnología (CABBIO) que favoreció la formación de numerosos científicos tucumanos. Una personalidad extraordinaria que será difícil de olvidar.

¿Por dónde empezar? Podría acudir a las crónicas que se sumergen en la historia de la mítica Facultad de Ciencias Exactas de la UBA de la década de 1950, donde Sarita se graduó de licenciada en química en 1954 con una tesis sobre compuestos utilizados en la industria aeroespacial y donde se doctoró en 1963. De formación marxista, militó allí junto a su futuro marido Víctor Rietti, buen amigo de César Milstein, y a su referente ideológico en cuanto a política científica Oscar Varsavsky.
Participó en la movilización universitaria que acabó en la Noche de los Bastones Largos, se quedó en Argentina tras la diáspora intelectual de 1966 y desde el Centro Editor de América Latina acompañó a Boris Spivacow en la aventura editorial que éste emprendió después de dirigir EUDEBA. Tras el arrasador triunfo peronista de 1973, el ingeniero Jorge Albertoni -otro amigo y compañero de su militancia-, le pidió que lo secundara cuando asumió la presidencia del INTI. Ya sabemos que este proyecto terminó en una nueva frustración, aplastado bajo una dictadura más violenta que la iniciada con el golpe de Onganía.

Con el regreso a la democracia en 1983, el presidente Alfonsín nombró a Sadosky como Secretario de Ciencia y Tecnología y Sarita asumió como jefa de gabinete. Fue una gestión complicada, con poca gente dispuesta a aceptar cambios -y perder privilegios- y cada vez menos recursos económicos para impulsarlos. Los logros, particularmente la democratización del sistema, y sus limitaciones están expuestos en el informe Memoria crítica de una gestión, de 1989.

Acompañada por gran parte del grupo de Sadosky y haciendo sede en la UBA, Sara participó en creación de la Maestría en Política y Gestión de Ciencia y Tecnología. Allí ofició como coordinadora académica hasta hace poco. En esa situación la conocí a fines de la década de 1990, en pleno auge del neoliberalismo en Argentina. Muy menuda, de ojos grises y con el pelo completamente blanco parecía una abuelita de cuento.

Esa impresión duraba poco tiempo. Sara enfrentaba con convicción inaudita el discurso hegemónico de esos (¿?) días: la mercantilización del conocimiento, los intentos de privatización de la universidad y, para hacerla corta, todo el paquete del Banco Mundial que tenía firmes operadores en estas tierras. El tema es que no aceptaba matices, para ella el rey estaba desnudo, había que denunciarlo y trabajar rapidito para mandarlo a un lugar donde se adecente. Exigía definiciones ideológicas constantes y sonantes, lo que dejaba a quienes trataban de elaborar posiciones intelectuales “superadoras” sobre el problema en una situación incómoda. Y no solo a éstos. Digo, suponga que usted no sabía de su densa historia -lo de los párrafos anteriores- y encuentra en un centro académico una señora setentona que tras un par de definiciones varsavskianas lo invita a encolumnarse contra los referentes de la administración y modernización del sistema -incluidos reconocidos gurúes de la política científica que daban clases en la Maestría, ay!-.

Sarita en Feria del Libro 2011
Por supuesto, su calidad personal era evidente y todo transitaba en el ambiente cálido que compartíamos los pocos alumnos y profesores de la carrera. Sara apostaba a la juventud y se entusiasmaba cuando aparecía algún brote decidido y brillante que justificara su prédica. El último que recuerdo es Diego Hurtado, sin duda una gran evaluación suya, pero hubo otros varios. Sin embargo a veces tendía a olvidar el nombre de algún alumno -seguramente por problemas de la vejez- y nosotros lo asociábamos a un rechazo ideológico.

No contaba su historia pero pedía que leyéramos a Oscar Varsavsky, de quien se consideraba absoluta deudora intelectual y comprometida con su divulgación. En clase, pregonaba el pensamiento latinoamericano sobre ciencia y tecnología; a veces mostraba sus diferencias sobre los aspectos más “reformistas” del mismo y siempre encanto con sus exponentes radicales, como Renato Dagnino, el discípulo brasileño de Amílcar Herrera. Personalmente le agradezco haberme señalado los libros del físico Freeman Dyson. Soportaba apenas mi vocación ingenieril para la gestión científica pero nuestra relación mejoró después que le entregué un trabajo sobre Varsavsky y su tiempo, que si no era bueno por lo menos estaba hecho a conciencia. A mi mujer, sin embargo, le descubrió en quince minutos su corazón de maestra y la envió a trabajar en enseñanza y alfabetización científica con una amiga suya, a su vez discípula de Gérard Fourez.

Sara no se destacaba por la argumentación académica del discurso pero sus conclusiones, propuestas y compromisos referían a cosas importantes. Según Albertoni, ella luchó por igualdad de género en el INTI en los setenta. Ciencia para la libertad y el desarrollo humano hizo siempre. Y por la preservación del medio ambiente y la diversidad… Anécdota: cuando fui a defender mi tesis en 2009 me acompañó Carlos Kirschabum, a quien ella apreciaba mucho; pero en un momento Sarita aferró a mi mujer para que se agache a escucharla y le preguntó ¿che, estos no estarán con la minería, no? Cosas importantes. Sara no creía en la innovación porque sí ni en las competencias de publicaciones científicas, iba al grano: ¿qué intereses se jugaban?, ¿qué proyectos había?

Su relación con el gobierno de la Alianza fue distante, aunque su grupo logró que el primer secretario del área fuera Dante Caputo, con quien habían trabajado en el alfonsinismo. Creo que nunca se ilusionó con el presidente radical… cuyo nombre no retengo. Sobre lo más reciente, los invito a leer diversos artículos y reportajes que hicieron a Sara Rietti medios de Buenos Aires y una agencia universitaria de noticias en los últimos años. Espero que ahora no los sorprenda ver que en 2008 haya invitado al ministro Barañao a “hacer un ejercicio de humildad y ponerse a estudiar”, para poder entender las ciencias sociales y políticas, la filosofía, la antropología social y las ciencias de la educación después que el funcionario tuviera expresiones descomedidas respecto a saberes que le parecían poco utilitarios. O que declarara que, “en ciencia, antes que plata hay que tener un proyecto” y celebrara la cancelación de la deuda con el FMI del kirchnerismo para que no fuera el lobo quien cuidara el gallinero del conocimiento.

Sara, mujer tan lúcida como intransigente, te vamos a extrañar.

Los artículos de prensa:

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-106845-2008-06-28.html
http://www.unsam.edu.ar/tss/hay-que-promover-el-desarrollo-de-una-conciencia-regional/
http://www.lanacion.com.ar/2028948-sara-rietti-protagonista-de-tiempos-fundacionales-de-la-ciencia-local
http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2004/09/05/z-03415.htm
http://www.lanacion.com.ar/1303610-una-mente-brillante-la-primera-quimica-nuclear-argentina

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